Es convención admitida que la llamada “Edad de Oro de la Ciencia Ficción” abarca las décadas 40 y 50 del pasado siglo. Es la época en que se delinean las principales características del género, y se dan a conocer los autores luego consagrados como Asimov, Clarke, Heinlein, Pohl, Sturgeon, Bradbury, Bester, etc… Y se refiere a un fenómeno casi exclusivamente norteamericano, que viene a desplazar el hasta entonces predominio europeo en la novela fantástica.
La Edad de Oro estuvo precedida de la llamada “Época de los Pulp”, publicaciones en revistas rústicas de papel barato, cuya alma mater, Hugo Gernsback, fue editor de muchas de ellas. Gernsback fue quien precisamente bautizó al género, Science Fiction. Y es acuerdo general que finaliza -la edad de oro- a comienzos de la década de los 60 porque cambian las realidades económicas y sociales, que originan en la CF un creciente interés por las preocupaciones sociales (CF Soft). Pero a mi modo de ver el principal cambio lo provoca la irrupción del feminismo en la sociedad. Autoras como Le Guin , Wilhelm , Russ o Tiptree llegan a la CF y provocan una revolución.
Porque ciertamente hasta ese momento -desde los años 20 hasta comienzos de los 60 del siglo XX- las autoras reconocidas podrían contarse con los dedos de la mano entre decenas y quizás centenares de autores. Una excepción fue Leigh Brackett (1915-1978) conocida como la reina del space opera y habitual en las publicaciones pulp. Otras también lograron hacerse un hueco en aquel mundo de hombres, como C.L. Moore (1911-1987), André Norton (1912-2005) o Judith Merrill (1923-1997).
Gernsback lo explicaba condescendientemente cuando publicó el primer relato corto de ciencia ficción de una mujer, «como norma, las mujeres no son buenas escritoras de ciencia ficción debido a que su educación y tendencias generales en materias científicas son en general limitadas». Curtis C. Smith se hace eco de una idea generalizada disculpándose por la ausencia de mujeres escritoras en la “Edad de Oro” de la Ciencia Ficción y mantiene que solo las mujeres de los 60 y posteriores «han especulado sobre el futuro de los roles de género en la ciencia ficción».
No es del todo cierto, ya que un buen número de autoras[1] escribieron asiduamente en los Pulp, pero fueron apartadas del catálogo y no han pasado a la historia del género, precisamente por su forma de escribir no acorde con lo que se pedía en una revista Pulp de la época: «…ciencia ficción dura, narraciones lineales, héroes que resuelven problemas o contrarrestan amenazas en un lenguaje de aventura tecnológica u opereta espacial», según Adam Roberts. Nada de especulaciones sociales y menos aún si se refieren a los roles de género, los intereses de las mujeres o el sexo.
Lilith Lorraine, utopías socialistas y feministas en los años 30.
Las utopías feministas socialistas “The Brain of the Planet“ e “Into the 28th century” de Lilith Lorraine -seudónimo de Mary Maude Wright (1894-1967)- publicadas respectivamente en 1929 y 1930 por el mismo Hugo Gernsback, muestran que la utopía feminista continuó (su existencia) en los pulps, a pesar de que virtualmente despareció del mercado de “tapa dura” dura desde los años 20 a los 50.
Mary Maude fue poeta, editora, conferenciante y autora de radio. Y publicó una extensa obra en las revistas Pulp de la época. Lisa Yaszek, experta en la obra de Lilith Lorraine, explicaba que «Como otras mujeres escritoras de la época, Lilith Lorraine se preocupó por cómo experimentaríamos el futuro. En su caso, era una persona muy activa política y socialmente, por lo que trasladó esas preocupaciones a sus relatos».
En “The Brain of the Planet” (El cerebro del planeta), publicada en 1929 como “novela de diez centavos” (dime novels, similares a las novelas de a duro o “bolsilibros” publicadas en España en los años 50 y 60), describe una utopía socialista que se desarrolla bajo el impacto de una máquina de pensamiento construida por un científico radical. Es interesante el debate sobre el libre albedrío y el control del pensamiento justificado por el profesor en aras de un bien mayor. En esta utopía el trabajo no es controlado por los capitalistas, decaen las religiones y los nacionalismos y también tiene su vertiente feminista, pues la revolución acaba con la necesidad del matrimonio, que ya solo se basa en el amor verdadero y las pulsiones sexuales son atemperadas.

En “Into the 28th century” (En el siglo 28), publicada en 1930, se imagina un futuro utópico socialista feminista, resultado de una guerra entre generaciones en la que por cierto el movimiento feminista jugó un importante papel. Se ha logrado la inmortalidad y las enfermedades están superadas. Las relaciones entre los sexos son de respeto e igualdad. La maternidad (que no es necesaria porque se ha alcanzado la inmortalidad y en la que la gestación se hace en máquinas fuera del cuerpo de la madre) y el sexo son cada vez más raros.
Las obras de Lilith contienen un cierto punto de socialismo cristiano comunitarista. Lo que puede tener alguna relación con su concepción de la relación entre medios y fines. Son de interés el análisis feminista de la economía del matrimonio. Y como se ve posee una gran confianza en la ciencia y la tecnología para la solución de los problemas de la sociedad (máquina del pensamiento, superación de la enfermedad, inmortalidad, conocimiento a través de máquinas de nuevo, tecnología alternativa para la reproducción…). El tema de la sexualidad está tratado de forma similar a la de otras feministas de la época, de forma bastante puritana a mi modo de ver. Y por hacer un último apunte crítico, como también sucede otras autoras feministas (recuérdese Mary E. Bradley Lane, Elizabeth Burgoyne Corbett o Charlotte Perkins Gilman por ejemplo), mantiene un actitud al menos ambigua sobre los prejuicios raciales.
Pero, claro, resulta fácil ponerse a juzgar desde nuestras actuales atalayas éticas y morales, pero estamos hablando de novelas escritas hace ya un siglo, y en ese contexto hay que situarlas[2].
Katharine Burdekin, escribió una terrible distopia feminista y antinazi.

También en estas décadas, pero fuera de EE.UU., una mujer construyó una interesante distopía feminista, doce años antes de que Orwell publicara su “1984”. Se trata de la escritora británica Katharine Burdekin (1896-1923), cuya novela “Swastika Nigth” (1937) tuvo que publicarse bajo el seudónimo Murray Constantine. Feminista y lesbiana y radicalmente comprometida contra el fascismo, para evitar el riesgo de ataques a su mujer y familia, se decidió a usar ese seudónimo. La verdadera identidad de «Murray Constantine» no llegó a ser conocida hasta mucho después de la muerte de Burdekin.
Comparto el análisis de esta obra que hace Irina Cruz[3], que reproduzco aquí por su interés.
«La noche de la esvástica nos sitúa en el año 721 de la dictadura de Hitler, con el mundo dividido entre el imperio nazi (Europa y África) y el japonés (Asia y América). Burdekin presenta un régimen totalitario similar al de 1984, en el que no existe la libertad individual ni el conocimiento del pasado. Así, como Orwell, muestra a sus personajes viviendo en la ignorancia y la violencia. Los elementos de similitud entre las dos obras no acaban aquí: la jerarquía social es en ambas un tema principal, y los dos autores presentan un protagonista rebelde que es guiado por un libro con secretos del pasado y el presente (y cuando intenta compartirlo con otras personas se enfrenta a la indiferencia y resistencia). Incluso muchos detalles de la trama son similares: en ambos casos es una fotografía la que desvela conocimiento clave de la historia pasada. No existe evidencia de que Orwell se basara en La noche de la esvástica al escribir doce años después 1984, pero las similitudes internas entre ambas obras y la cercanía entre los autores a través de su editor sugieren que, como mínimo, conocía la obra de Burdekin.
El punto en el que las novelas difieren de forma significativa es en su representación de las políticas de género. Para Orwell, cegado por su adrocentrismo y misoginia, las mujeres son seres pasivos e inferiores de forma natural, idealizadas por su capacidad reproductora y sexual. Pese a imaginar un mundo masculinizado, el autor no lo hace como crítica a los roles sexuales y de género, representando lo femenino como subordinado y asociándolo a términos peyorativos, a excepción del estereotipo materno como símbolo del sacrificio de la mujer por lo ajeno. De la misma manera, Orwell no reconoce la relación entre poder y género en un mundo dominado por hombres que ansían control y dominación, en el que ni tan sólo una mujer ocupa un rol comparable al de éstos.
En La noche de la esvástica, en cambio, sí que se acusa esta continuidad entre la preocupación por el poder de los hombres en posiciones políticas y la dominancia que buscan en la vida privada, representando una sociedad basada en el culto a la masculinidad como principio esencial. Al contrario que Orwell, Burdekin ve la reducción de la mujer a la maternidad como una forma más de animalización y reducción a la función biológica. La autora se muestra firme en su crítica a la discriminación de la mujer, afirmando que “la docilidad de las mujeres es la tragedia de la raza humana”, y que ninguna sociedad es capaz de prosperar con uno de sus grupos sometido a otro. Burdekin insiste en la continuidad fundamental entre la realidad que ella imagina y la suya propia: nuestro lenguaje y nuestra forma de pensar ya está basada en la dicotomía de la mujer construida como ángel y como demonio, degradada a sus funciones biológicas. La autora no inventa nada, tan sólo exagera lo que percibe a su alrededor, y sobre todo acierta al señalar que la sumisión de la mujer no tiene nada que ver con su naturaleza sino con su socialización como ser subordinado al hombre».
[1] Pueden citarse por ejemplo algunas de ellas: Clare Winger Harris, Dorothy Gertrude Quick, Evelyn E. Smith, Francis Steven, Joan Hunter Holly, Katherine McLean, Leslie F. Stone, Lilith Lorraine, Lucile Taylor Hansen o Miriam Allen de Ford.
[2] Para saber más de la obra de Lilith Lorraine, ver el artículo de Marta Sofía Ruiz “La pionera de la ciencia ficción que imaginó utopías en los años 30”. ,http://www.eldiario.es/hojaderouter/tecnologia/Lilith_Lorraine-ciencia_ficcion-pioneras-Hugo_Gernsback_0_541746180.html
[3] «Feminismo en las distopías literarias: recuperando a Katharine Burdekin» (http://zena.cat/es/feminismo-en-las-distopias-literarias-recuperando-a-katharine-burdekin/)