Cada vez resulta más fácil encontrar libros de ficción sobre el cambio climático en los estantes de las librerías. Es posible que responda a una moda, dentro de la moda más amplia de novelas de corte apocalíptico. Si fuera así podría tener su vertiente positiva puesto que reflejaría que la preocupación sobre el cambio climático se extiende socialmente, se refleje o no todavía en compromiso y actuación.

Pero también vamos a encontrar en los estantes a numerosos autores y autoras comprometidas en la lucha contra el cambio climático y que recurren a la ficción como instrumento de sensibilización y concienciación.

Se trata de una ficción que alerta de las consecuencias y desvela y denuncia la disparatada actividad humana sobre el planeta; o advierte acerca de lo que puede ocurrir si no cambiamos drásticamente el rumbo de explotación, extractivismo, abuso y “dominio”, en el sentido bíblico, que practicamos sobre la naturaleza. Es lo que se ha venido en llamar Antropoceno, la era del impacto global que las actividades humanas están teniendo sobre los ecosistemas terrestres.

El calentamiento global, veranos que se extienden a lo largo de todo el año, la polución, la quema de combustibles fósiles, la extinción de especies, incendios cada vez más extensos e incontrolables, sequía que agrieta las llanuras y convierte las riberas en barro seco, elevación del nivel del mar, tormentas y tornados, los gases invernadero… Y tantos otros asuntos que sirven como ejes temáticos de la emergencia climática y la crisis ecológica.

Los manifiestos, los análisis y datos, los estudios, las denuncias sobre la emergencia climática, sobre la inacción de los gobiernos, o sobre la locura de un capitalismo desbocado, son imprescindibles para activar a la sociedad en una lucha en la que se dilucida el futuro.

Pero ¿pueden llegar a saturar porque preferimos mirar hacia otro lado, incapaces de modificar la espiral consumista y dilapidadora de los recursos del planeta? ¿Es posible que el bombardeo de información sobre el cambio climático a veces nos conduzca a la indiferencia en lugar de llamarnos a la imprescindible toma de conciencia?

O podría ser que hayamos llegado al punto, como dice uno de los personales de «Cuchillo de Agua» de Paolo Bacigalupi, en que los hechos terminan siendo opinables, algo en lo que se puede creer o dejar de creer, que es en suma la forma en que se alimenta el negacionismo.

¿Puede la ficción climática ser un instrumento de sensibilización y concienciación? ¿Puede ayudarnos a luchar contra el cambio climático? Es lo que opina el escritor y periodista científico argentino Federico Kukso: “muchos novelistas han relatado desastres ecológicos que, desde la empatía que genera una historia, acaso despierten mayor conciencia sobre los riesgos del calentamiento global”.

Una investigación, realizada por el autor e investigador cultural de la Universidad de Copenhague Gregers Andersen sobre la base de 60 obras publicadas sobre ficción climática, estudia de qué modo estas novelas “sirven como laboratorio mental que permite simular las posibles consecuencias del cambio climático e imaginar otras condiciones de vida en la Tierra muy diferentes de las que nos resultan tan familiares”.

En su libro de 2020, «Climate Fiction and Cultural Analysis. A new perspective on life in the anthropocene», Andersen defiende que “El calentamiento global es mucho más que datos científicos sobre cambios en la atmósfera; también es un fenómeno cultural cuyo mensaje está siendo forjado por los libros que leemos y las películas que vemos. Y ahora hay tantos de ellos, que podemos hablar de un género completamente nuevo, la ficción climática”. Este profesor argumenta que “a diferencia de los números y las estadísticas, la ficción puede hacernos entender y sentir qué implican los cambios”.

Los autores de esas ficciones representan personajes que recuerdan cómo era el mundo antes de que comenzase el cambio climático que les afecta. “La idea es que podamos sentirnos intranquilos ante el hecho de que el planeta que es nuestro hogar se ha convertido en un lugar extraño, casi en un planeta distinto”.

De esta forma la ficción climática puede convertirse en un poderoso factor de activismo en la lucha contra el cambio climático. Es lo que opina la escritora canadiense Nina Munteanu que afirma que la ciencia ficción es “la literatura de las consecuencias (…) y provee de un vehículo importante en la toma de conciencia ambiental”.

La “ficción climática”, se definiría como la ciencia-ficción sobre el futuro del cambio climático global. Fue un término (CliFi en inglés) que acuñó en 2007 el periodista y divulgador del cambio climático Dan Bloom. Cuando Margaret Atwood lo usa en un tweet en 2012 experimenta una gran difusión y se empieza a utilizar en numerosos artículos como por ejemplo «Cli-Fi: Birth of a Genre» (2013) en que la periodista Rebecca Tuhus-Dubrow establece las características del género y sus antecedentes.

Y hablar de antecedentes es importante porque ciertamente la ciencia ficción ya había recogido en sus especulaciones las consecuencias de los desastres ecológicos, incluso antes de que se generalizara el uso de la expresión cambio climático.

Recuerdo por ejemplo «¡Hagan sitio!¡Hagan sitio!» de Harry Harrison escrita en 1966, que luego fue llevada al cine por Richard Fleischer en 1973 con el título «Soylent Green» que en español se tituló «Cuando el destino nos alcance», que seguramente ya habéis visto. En la obra la contaminación y el calentamiento global han provocado un desastre ecológico desertizando el planeta a escala global. En el año 2022, cuando este escenario apocalíptico nos ha conducido a un futuro distópico, la ciudad de Nueva York está habitada por más de 40 millones de personas, físicamente separadas por enormes muros y alambradas para preservar y proteger a una pequeña élite que mantiene el control político y económico, con acceso a ciertos lujos como verduras y carne. Mientras, una mayoría se encuentra hacinada en calles y edificios donde malvive con agua en garrafas, y cuya única fuente de alimentación son las galletas Soylent, teóricamente elaboradas a base de plancton.

Antes incluso, en 1962, «El mundo sumergido» del escritor británico J. G. Ballard, nos había presentado otra perspectiva del desastre. Está ambientada en un futuro cercano en el que la Tierra se halla completamente inundada tras el deshielo de los casquetes polares. Un grupo de científicos y militares desarrollan tareas de investigación, de exploración y de rescate de supervivientes en los restos de las antiguas ciudades, de las que únicamente los edificios mayores emergen por encima de la superficie del agua.

Algo más tarde, en 1989, el escritor australiano George Turner publicaba la muy recomendable «Las torres del olvido». Versa sobre una historiadora del futuro que trabaja en la bahía de Melbourne, que, debido al cambio climático, ha quedado totalmente inundada. Ello había provocado el derrumbe del sistema social y económico y la división de la sociedad en una élite que tiene acceso a todos los recursos en tanto que la mayoría social empobrecida sobrevive como puede en los muñones de los rascacielos del Melbourne inundado,

Al menos tres poderosas mujeres nos interesa destacar de aquellos primeros momentos cuando inicaron el camino que hoy transitan tantas otras autoras.

Me refiero claro ¿cómo no? a Úrsula K. Le Guin, cuya obra está toda ella permeada de la preocupación por la relación del ser humano en la naturaleza y su papel en la misma. Obras como «La Rueda Celeste», publicada en 1971, se desarrolla en un futuro castigado por la violencia y las catástrofes medioambientales.

Por supuesto Octavia E. Butler juega un papel de primer orden en aquellos primeros pasos de lo que ahora llamamos ficción climática. En 1993 publica «Parábola del Sembrador» a la que seguiría «Parábola de los Talentos». Parábolas es una obra apocalíptica. Estamos en 2024 y el mundo se desliza poco a poco a la locura y a la anarquía tras la degradación planetaria que va provocando el cambio climático. Por suerte han sido publicadas recientemente en España. Imprescindibles.

Finalmente ¿Cómo no referirnos a Margaret Atwood? Y no sólo por «El cuento de la criada» publicada en 1985. El caos social y la desesperación provocados por la degradación planetaria basada en por el cambio climático quedan magistralmente reflejados en la trilogía de novelas formadas «Oryx y Crake», «El año del diluvio» y «MaddAdam».

Seguiremos con este tema en otras entradas, echando un vistazo a las obras publicadas en estos años. Y poniendo el foco en las mujeres que han tomado el timón en este nuevo subgénero de la ciencia ficción.