Supongo que la conocéis. Una pequeña editorial dedicada a la literatura joven feminista y LGTBQ+, por demás de nombre Amor de Madre. Inmaculada (50% de la plantilla) y Victoria (el otro 50%) han «unido sus poderes para crear un microcosmos literario donde la visibilización de los colectivos LGBTQ+ y los movimientos feministas son la norma y no la excepción. Un espacio seguro donde encontrar literatura que nos represente, que nos de voz, que nos haga visibles, que no nos deje en lo anecdótico: un lugar donde lo diverso se alza como bandera».
Y han tenido el acierto de acoger este pasado año a Eva Cid con su primera novela «Tras esa montaña está la orilla».

Eva es escritora y crítica cultural, especializada en videojuegos, temática sobre la que tiene un Patreon (un sitio web de micromecenazgo para proyectos creativos) en el que se presenta a si misma «¡Hola! Soy Eva Cid y soy escritora. Me dedico desde hace años a la crítica cultural, y tengo entre manos varios proyectos de ficción. Hasta el momento he colaborado con un buen puñado de publicaciones culturales y he pasado por la mayor parte de los medios especializados en videojuegos más importantes del país. He publicado el ensayo Portal o la ciencia del videojuego, además de varios relatos en diferentes antologías. Actualmente soy columnista en EDGE y colaboradora habitual de Revista Cactus.
Me apasiona escribir, y quiero seguir haciéndolo de la manera más libre y digna posible. Es un oficio difícil y mal remunerado, pero uno que, hoy por hoy, me sirve para pagar facturas y además me hace feliz. Este proyecto puede ayudarme a escribir más y mejor (y a pagar esas facturas con un poco más de desahogo)».
Su primera novela, «Tras esa montaña está la orilla», es una excelente noticia para quienes nos interesamos por la ciencia ficción de corte feminista y LGTBI. Es una novela de corte utópico-distópico en la que la trama tiene un claro mensaje feminista.
La humanidad se ha visto obligada a asentarse en un nuevo planeta tras el colapso de la Tierra que conocemos debido a la explotación, el abuso del medioambiente y el extractivismo capitalista. En ese nuevo planeta, tras una guerra, la población se ha dividido entre dos continentes: Ónfalos, está habitado exclusivamente por mujeres que han conseguido un sistema de procreación artificial. Y Crisis, dominado por los hombres de forma heteropatriarcal y dictatorial.

Nuestras protagonistas son Julia, que vive en Novaria, una ciudad de Ónfalos, y trabaja en un Centro de Investigación y Desarrollo Biológico. Y Marcela, hija del Gobernador de la ciudad de Rossum en Crisis, que ha sido repudiada.
Tanto Julia como Marcela están enamoradas de dos mujeres. Pero mientras que la primera vive su relación con libertad, la segunda ha de recluirse en la clandestinidad. Como dice Marylin dos Santos, «si en Ónfalos el lesbianismo es la única realidad conocida, en Crisis representa una amenaza a la continuidad de la vida. En ambos casos, la autora describe cada escena de amor y sexo entre dos mujeres con mimo y desde la reivindicación social. Además, lejos de las formas dictadas por la heteronorma, todas estas relaciones amorosas se desarrollan sin toxicidad ni dependencia emocional. Todo ello, dentro de una enorme red de sororidad que se teje entre todos los personajes de la novela de Eva Cid».
Si la novela refleja un claro mensaje feminista, no es menos que aparecen otras causas sociales. Una de las que mas me ha gustado es la crítica al especismo. Ello se refleja en la creación de lo que llaman “feroides”, una especie de robots creados como sustitutos de animales extinguidos. Según la autora «En principio, la creación de los feroides no respondía a ninguna intención explícita en esa dirección, pero poco a poco me fui dando cuenta de que las razones por las que se crean, su naturaleza, cómo se perciben y la forma en que se instrumentalizan tiene mucho que ver con nuestros modelos de explotación animal» En suma, un acierto de la editorial, una buena novela que se lee muy bien y un síntoma de que la ciencia ficción feminista tiene también en España una clara vitalidad.
