Con la publicación de la “Misericordia Auxiliar”, la colección Nova de ediciones B acaba de completar la trilogía del Radch de Anne Leckie. Se trata de una ambiciosa space ópera (aventuras espaciales) con la que Leicke ha debutado como autora de ciencia ficción y con la que ha conseguido los máximos galardones del género para cada una de las novelas que componen la trilogía: “Justicia Auxiliar”, “Espada Auxiliar” y “Misericordia Auxiliar”. Justicia, Espada y Misericordia son las tres clases de naves espaciales Radchaai, un vasto imperio galáctico que dura ya miles de años gobernado por la Lord del Radch.
Es una aventura espacial desde luego, con todos los elementos que la componen: complot, naves y estaciones espaciales, batallas, razas alienígenas, héroes y amores. Pero Leckie no se limita a narrarnos aventuras, que lo hace y bien, sino que explora caminos nuevos y nos plantea inquietantes problemas con lo que ha conseguido que la trilogía tenga el impacto que ha tenido como demuestran los premios citados que ha conseguido. En cualquier caso, se trata de una obra que plantea preguntas muy actuales y eso es una de las cosas que más me ha gustado.

Anne Leckie nació en Ohio en 1966 y desde su juventud fue una entusiasta de la CF. Empezó a escribir a comienzos de siglo, cuando decidió que ser ama de casa no era un futuro demasiado ilusionante. En 2005 asistió al prestigioso Taller de Escritores Clarion, estudiando bajo la tutela de la magnífica Octavia Butler, de la que tendremos que hablar algún día en este blog. Tras graduarse en Clarion, empezó a escribir su primera novela, Justicia auxiliar, que sería publicada en 2013.
Tras completar la trilogía con Espada Auxiliar y Misericordia Auxiliar, en 2017 ha publicado una nueva novela también ambientada en el universo Radch, Provenance.
En 2010 fundó la revista en línea descargable GigaNotoSaurus que publica una historia mensual de extensión mayor que un relato pero menor que una novela, que tiene bastantes seguidores.

En la trilogía de Leckie, el Imperio Radchaai ha conquistado gran parte de la galaxia ocupando planetas usando para ello enormes naves espaciales (Justicias, Espadas o Misericordias según sus capacidades de combate). Cada nave es construida con una Inteligencia Artificial que controla a una serie de “auxiliares”, personas de los planetas conquistados a las que se les ha implantado una sofisticada tecnología que borra totalmente sus identidades previas y las convierten en apéndice de las naves. Son de hecho la propia nave indistinguibles de la misma. Y para cada nave pueden ser miles las “auxiliares”.
Una parte de la trama es la historia de una venganza. La venganza de Breq por su propia destrucción: ella fue una vez “auxiliar” de la nave la Justicia de Toren, que fue destruida por una traición de la Lord del Radch, Anaander Mianaai. Breq era la “auxiliar” One Esk Diecinueve, un solo segmento de Justicia de Toren, pero también es la Justicia AI de Toren, su último remanente. Puede sin duda parecer complicado, pero es el corazón del tour de force que presenta Leckie: el conflicto de identidades, el sentido de las mismas y como se van imaginando, regulando y cambiando con el tiempo. Un conflicto que se extiende a la propia consideración de que significa pertenecer a la humanidad; el interrogante es que significa ser humano en un mundo con inteligencias artificiales dotadas de emociones, apegos y sentimientos, como sucede con las naves en la novela.
En la primera obra de la trilogía, Justicia Auxiliar, encontramos que la trama transcurre alternativamente en dos momentos distintos. Uno el actual, en la que seguimos el viaje de Breq en la búsqueda del arma definitiva para matar a la Lord Anaander Minaai y vengar la destrucción de su nave (de ella misma pues) y de toda su tripulación. En capítulos alternos, 20 años antes, con Breq como la “auxiliar Esk Uno” de la nave Justicia de Toren, seguimos los acontecimientos que llevaron a su destrucción por la traición de la Lord.

La narración se desarrolla en primera persona desde la óptica de Breq que en su condición de “auxiliar” está conectada mediante implantes telepáticos con las IA de las naves o Estaciones. Y ello permite a la autora ofrecer el punto de vista de diversos miembros de la tripulación -como los de las tenientes Tisarwat o Seivarden, que tienen también un papel destacado en la trama- y de hechos que se están desarrollando lejos de la protagonista. Quienes leemos la obra podemos ser así partícipes al mismo tiempo que la capitana de lo que hacen o de lo que les sucede a los miembros de la tripulación dentro de su nave o en otros lugares, consiguiendo una mayor panorámica de toda la historia al no limitarse únicamente a los eventos a los que asiste Breq personalmente.
Conforme avanza la serie conocemos como el Imperio Radchaai es obligado por una poderosa raza alienígena -los presgeres- a firmar un Tratado por el que debe acabar la anexión de planetas y por tanto el uso de “auxiliares” humanos de las naves. Y esto, como comprende Breq, tiene que suponer forzosamente reformas radicales en el núcleo mismo de la identidad Radchaai.
Cuando el Radch anexa un planeta, sus habitantes pasan a ser Radchaai, palabra que también significa ciudadanas. Pero muchos de sus habitantes son asesinados o convertidos en “auxiliares” de las poderosas naves del Imperio. Por supuesto, ni la identidad es uniforme ni la igualdad alcanza a todas las ciudadanas, pese al derecho generalizado a los alimentos básicos, el refugio y la atención médica. Porque la riqueza y el poder se concentran en las familias de linaje que explotan a buena parte de la población en muchos casos en condiciones de esclavitud.
Hay dos elementos aquí que también suponen una vuelta de tuerca respecto a las novelas de aventuras clásicas: por un lado, el cuestionamiento de procesos de colonización y asimilación violenta mediante “anexiones” que no son sino invasiones y conquista. Hay en la obra una crítica explícita al imperialismo y colonialismo Radchaai, del mismo modo que a la discriminación y los prejuicios culturales, religiosos o raciales. Por otro lado, conforme avanza la trama la protagonista va enfrentándose progresivamente al carácter clasista y elitista de la civilización Radchaai.

Anaander Mianaai, Lord del Radch, ha gobernado el imperio con mano de hierro durante 3.000 años usando clones de ella vinculados entre todos mediante implantes telepáticos, proporcionándole la longevidad y la capacidad para presidir cada anexión y estar presente en los palacios provinciales de toda la galaxia (hay un intenso debate en las redes sobre si la Lord no será en realidad también una IA).
En el camino de su venganza, Breq descubre que Mianaii está dividida ella misma en dos personalidades (otro conflicto de identidades): Así, una de ellas defiende la expansión mediante la anexión de otros planetas, la asimilación violenta de los pueblos y la defensa de una sociedad donde el poder esté en manos de las poderosas “casas”. La otra, por su parte, defiende el fin de las anexiones, la incorporación pacífica, flexibilidad en las costumbres y construcción social que remueva el sistema tradicional de las casas.
Breq se alía con la Anaander supuestamente más abierta, que la nombra Capitana de la Flota y la pone al mando de la nave de guerra Mercy of Kalr, con la tarea de proteger el remoto sistema solar Athoek. El planeta tiene en la práctica una fuente única de riqueza: sus plantaciones de té extremadamente exquisitas, cuya producción es esencial para el imperio.
Su nombramiento como capitana de una nave no deja de ser fuente de conflicto, porque Breq en realidad también es una nave y una nave no debiera ser capitana de otra nave. Pero adelanto que consigue que la cosa funcione. Pero no debo contar más para no arruinaros el placer del descubrimiento. Bueno, pero me atrevo al menos a anticipar que como en las buenas aventuras espaciales el final es satisfactorio porque es muy anti-Radchaai: diverso, desordenado y decente.
Bueno no sé si me habéis seguido hasta aquí en esta complicada trama, pero ¿quién dijo que una space ópera tenía que ser plana y sencilla? En el universo de Anne Leckie hay por lo demás muchas cosas que no se explican, por lo que cada lector (y parece que es lo que pretende la autora), pueda imaginarse el mundo Radch de forma independiente.

Dejo para el final otro de los aspectos más interesantes e innovadores de la serie. Resulta que en la cultura Radchaai no existen las diferenciaciones de género. En un chat, la propia Leckie lo explicaba así: “no es que Radchaai sea neutral en cuanto al género, solo que realmente no les importa el género de nadie, y no lo marcan ni social ni lingüísticamente. Entonces, son humanos y, como tales, pertenecen a todo tipo de géneros, y saben que existe el género, pero en realidad no les preocupa mucho. A ellos les importa, tal vez, tanto como nos importa a nosotras el color del cabello”.
Por ello la autora usa por defecto el pronombre femenino para todos los personajes sin excepción. El resultado es que los lectores nunca conocemos realmente el «verdadero» género de los personajes. Los personajes se nos presentan por sus roles, gustos o preferencias, que no se relacionan necesariamente con el género. Yo me pasé buena parte de la novela intentando averiguar quién era hombre y quien mujer, pero al rato me dije… bueno ¿y qué más da? Y pronto te olvidas del tema.
Pero en todo caso nos interpela porque inevitablemente nos obliga a plantearnos tanto el uso omnipresente del masculino en nuestra cultura patriarcal, como la tendencia que tenemos interiorizada casi inevitablemente de adjudicar las tareas y roles en función del género, cosa que cuesta evitar y la serie nos obliga a reconocer.
«La ciencia ficción no es predictiva; es descriptiva«, escribió Ursula K. Le Guin. Precisamente la crítica y escritora Tammy Oler ha afirmado que “Quizás no haya series de ciencia ficción que describan mejor nuestro momento político y cultural actual o insistan en que abramos los ojos como la trilogía Imperial Radch de Ann Leckie”.
Pero no todo han sido premios y criticas positivas. Esta ha sido una de esas series que ha sido objeto de los ataques furibundos de críticos y escritores conservadores de ciencia ficción que creen que las mujeres y minorías raciales o de opción sexual están destruyendo el género (en este enlace podéis leer en inglés sobre esos ataques). Como señalaba Kameron Hurley no es de extrañar que las obras de mujeres, gays, o personas de color a menudo sean la diana de estas críticas: en el centro de sus quejas lo que hay el temor de perder poder dentro de la comunidad de ciencia ficción para mantener a la ciencia ficción en el estrecho marco en que ellos la sitúan: el poder de hombre, blanco y heterosexual.
Con Anne Leckie se confirma el cada vez mayor papel de las autoras en la ciencia ficción, que son las que además están aportando las especulaciones más innovadoras y sugerentes del género pese a esos sectores reaccionarios. La serie Ancillary merece dedicarle un rato si te gustan las aventuras espaciales, los alienígenas inescrutables y los Imperios Galácticos. Y, claro, las especulaciones sociológicas. Pero no nos engañemos, tiene su complejidad. Russell Letcon en la revista Locus, después de considerar que estábamos ante una ambiciosa e imprescindible novela, concluía que «no es ciencia ficción para principiantes y la recompensa es mayor precisamente por ello«.
Así que ánimo: búsquenla, léanla y disfrútenla.