¿Qué pasaría si de repente desaparecen todos los hombres de la faz de la tierra? ¿se crearían nuevas formas de reproducción no sexuales? ¿serían las relaciones lésbicas la norma? ¿se reproducirían los roles actuales hombre-mujer, pero sólo entre mujeres? ¿se acabarían las guerras y la violencia? ¿Qué formas tomarían los modelos familiares? ¿Cómo sería el cuidado de los niños? ¿Sería una utopía feliz? ¿o, por el contrario, una espeluznante distopía matriarcal que ya reflejaron los pulps?
Difícilmente podríamos responder a estas cuestiones. Porque ciertamente en la vida real es imposible aislar a los sexos lo suficiente como para demostrar absolutos del comportamiento masculino o femenino[i]. Pero es lo que intentan los relatos de ciencia ficción que, especulando acerca de mundos sin hombres, han desarrollado una fascinante serie de experimentos de pensamiento feminista.
Decenas de relatos y novelas de anticipación son escritas a partir de los años 70 y hasta ahora mismo, en la que los hombres han desaparecido de la ecuación (o al menos subsisten muy pocos). Un buen número de autores y sobre todo autoras han especulado sobre la construcción de mundos sin hombres sobre principios feministas. Y como veremos los resultados son sugerentes y fascinantes, pero al tiempo ferozmente contradictorios: desde arcadias felices a terribles matriarcados.
Se ha llegado a muchas de estas sociedades porque un grupo de mujeres quedaron aisladas de los hombres o bien huyeron de un distópico mundo masculino. Pero es más frecuente que una plaga, un virus o un desastre natural haya acabado con los hombres respetando a las mujeres. O que sea el resultado de una cruenta guerra en la que murieron todos los hombres o casi todos.
Lo más frecuente es que las mujeres se reproduzcan por diversos tipos de partenogénesis o bien por sistemas de clonación.
Y un elemento recurrente en todas estas obras: en las sociedades utópicas de mujeres, el regreso de los hombres no es una fuente de alegría. El reencuentro es visto con temor y es motivo de crisis y conflicto, crea una enorme inquietud e inseguridad en una sociedad compuesta exclusivamente por mujeres.
Como resolver este momento de crisis … como se retrata a los dos grupos humanos hasta ahora extraños… que nuevas relaciones establecer… son de temas centrales de las utopías feministas de mundos sin hombres.
En un artículo anterior nos hemos referido a un clásico de inspiración feminista: «Dellas, un mundo femenino» (1915) de Charlotte Perkins Gilman. En ella también se relata el primer contacto de esas mujeres con unos hombres exploradores que aparecen en el país aislado por enormes montañas.
Pero, mientras en Dellas la sociedad de mujeres y el primer contacto con los hombres se presentan de forma simpática y e incluso distendida, en las nuevas utopías de Mundos de Mujeres, los hombres se presentan más bien como el problema y la raíz de todos los males sociales, a mi modo de ver muy en consonancia con un cierto tipo de feminismo de la época.
Es el caso del relato que ya reseñamos ampliamente en este blog «Houston, Houston, ¿me recibe?» (1977), de James Triptree Jr., en la que la desaparición de los hombres ha permitido a las mujeres crear una sociedad utópica que se ve desestabilizada por la aparición de tres astronautas. Como expliqué en el post enlazado, ante el inevitable conflicto y ruptura que supone la presencia de estos tres hombres que no tienen lugar en ese feliz mundo de mujeres, la opción más evidente es acabar con ellos. Ellas entienden que su acción es noble: matan, pero no con odio, sino en con el objetivo de un bien mayor. Pero eso no deja de ser terrorífico: un grupo se arroga el derecho a decidir sobre la humanidad de otros.
Que los hombres son el origen de los problemas también es ostensible en el relato «Cuando todo cambió»[ii] (1972), de Joanna Russ (1937-2011), en el que su aparición origina una enorme turbación e incertidumbre incluso miedo en Janet y su familia que viven en el planeta Whileaway, en el que no hay hombres. Las mujeres apenas son conscientes de ello, porque han aprendido a sobrevivir, prosperar y reproducirse sin relaciones sexuales penetrativas. Eso no quiere decir que las mujeres de Whileaway no disfruten del sexo, pero lo hacen con otras mujeres, que toman como esposas en matrimonios de igualdad. El relato sigue el punto de vista de Janet, una mujer que habla de ganar duelos, manejar armas y amar a su esposa, Kate, y a sus tres hijas colectivas
Cuatro astronautas varones aterrizan en Whileaway, e interrogan a Janet ya su familia. «¿Dónde están todas las personas?», insisten los hombres. Janet no entiende por qué siguen preguntando eso, pero luego ve que cuando los astronautas dicen ‘gente’ realmente significan ‘hombres’. Ella les dice a los astronautas que los hombres murieron hace seiscientos años. En esta noticia, uno de los astronautas da un suspiro y luego dice: «Estamos aquí ahora».
Le señala a Janet que el tipo de vida de Whileaway es «antinatural», y para volverlo natural debe reinstaurarse el doble género en la sociedad. Cuando Janet le dice que ya tiene una esposa en Kate, el astronauta sonríe y asume que su relación se basa en una necesidad mutuamente acordada para sobrevivir monetariamente. El amor real entre dos mujeres está más allá del entendimiento del astronauta.
Compréndase la inquietud. Si has vivido toda tu vida en una sociedad exclusivamente femenina y, de repente, aparecen hombres por primera vez. ¿Qué pensarías? Seguramente considerarías que es un alienígena, como nos cuenta Janet en este relato:
«Son más grandes que nosotros. Más altos y anchos. Dos eran más altos que yo, y yo soy muy alta, metro ochenta centímetros con los pies descalzos. Pertenecen evidentemente a nuestra especie; pero son algo diferentes, indescriptiblemente diferentes, y mis ojos no pudieron entonces y siguen sin poder abarcar del todo las formas de esos cuerpos extraños».
Joanna Russ tuvo una enorme influencia en la ciencia ficción de orientación feminista, y especialmente, en las especulaciones acerca de utopías con relatos como este reseñado. Su obra de mayor impacto sin duda fue «El hombre hembra» (1975) que se convirtió en una referencia duradera del feminismo en la ciencia ficción. Fue una obra seminal que marcó alguna de las claves de este tipo de obras y ha inspirado a numerosas autoras feministas. Para algunas se trata de un auténtico manifiesto feminista que da forma literaria a la lucha por la liberación femenina.
La protagonista creada por Joanna Russ, se presenta en diferentes para-personalidades del mismo personaje, que salta de un universo a otro. Cuando coinciden en planos existenciales intercambian sus experiencias acerca de los roles de género y sobre que es femenino y que es masculino
Una de ellas, Joanna, vive en un mundo masculino -el nuestro de la década de 1970- y ha procurado borrar su identidad femenina para alcanzar el éxito en un mundo masculino.
Por otro lado, está el mundo de Jeannine, un mundo ucrónico en el que no hubo II Gerra Mundial porque Hitler fue asesinado en 1936, pero en cambio la Gran Depresión de 1929 nunca concluyó.
Janet, por su parte, vive en un mundo futuro, Whileaway igual que el relato anterior, en el que la muerte de todos los hombres hace mil años por una plaga genética ha permitido construir una sociedad feminista utópica. En Whileaway se reproducen por partenogénesis y las relaciones son lesbianas
Finalmente, Jael es una luchadora de dientes de acero y garras retráctiles que proviene de un mundo donde los hombres y mujeres viven separados y luchan constantemente entre si y en el que ella prepara la muerte bacteriológica de todos los hombres.
Joanna Russ concibe en el universo de Jael un curioso mundo-macho en el que travestidos y transexuales, no siempre y no del todo voluntarios, ejercen el papel de las mujeres, para satisfacer el creciente deseo de los soldados y son objeto de dominación y violencia por esos «verdaderos-hombres», en un patético remedo del pasado.
Jael enfrenta a su otro yo que proviene de Whileaway (Janet) con el hecho de que la plaga que en su universo extinguió al género masculino fue en realidad la guerra biológica que ella está planeando, y que posteriormente las mujeres suprimieron este conocimiento.
“El hombre hembra (The Female Man) dista mucho de ser una novela «equilibrada» y «razonable». Está escrita con cólera, deseo de venganza y un anhelo de auténtica liberación” [iii].
Tanto en Dellas, como en estas obras de Triptee y Russ, se nos presentan sociedades utópicas pobladas exclusivamente por mujeres. Pero, curiosamente, estas sociedades utópicas no lo son a pesar de la ausencia de la mitad del género humano, sino precisamente porque no hay hombres. Estos son la fuente y el origen de todos los males, aun cuando no tuvieran intención de causar daño alguno. Precisamente es su desaparición lo que ha permitido que la sociedad exclusiva de mujeres sea una sociedad idílica. Lo que no deja de ser problemático e inquietante.
Ello es cierto, pero también lo es que la especulación acerca de mundos sin hombres es una forma de extrapolar y de reconsiderar las cosas que damos por sentadas en nuestra sociedad y que están planteando las feministas.
Dice Claire Evans[iv] que la ciencia ficción nos puede mostrar mundos tan diferentes de los nuestros que nosotros, como lectores, podemos sentir repentinamente náuseas y quedarnos desorientados… pero esa es su función. Su rareza nos permite entender mejor nuestra vida normal y también hace que nos parezca extraña.
Destacable en este sentido me parece «Ammonite» (1992) de Nicola Griffith[v] (1960-) que es todo un clásico, no sólo de la literatura lésbica, sino de la ciencia ficción en general. Trata de un mundo (Grenchstom’s Planet – «Jeep» es la pronunciación de la abreviatura «GP») en el que un virus alienígena mató a todos los hombres y a un gran porcentaje de mujeres, casi como si el propio planeta hubiese desarrollado anticuerpos contra el género masculino, teniendo ellas que reconstruir sus sociedades sobre la base de un solo género. Quizás el misterio central de Ammonite es como se las han arreglado para reproducirse.
En una de las tramas, la antropóloga Marghe Taishan, recorre el planeta en busca de respuestas, tanto a ese misterio central como para probar una vacuna contra el virus letal. Viaja por su cuenta -inmunizada durante seis meses- en una peligrosa aventura en la que tendrá que enfrentarse y convivir con comunidades nativas hostiles.
Sin embargo, cuanto más tiempo pasa en el planeta se da cuenta de está produciéndose un cambio dentro de ella. Que podría llegar a convertirse en un hogar.
En una historia paralela, la comandante de la colonia terrestre, Hannah Danner, se ha dado cuenta de que la existencia del virus significa que nunca les dejarán salir del planeta GP, excepto en el caso poco probable de que se encuentre una vacuna. También sabe que hay un buque militar en el sistema con la orden de hacer lo necesario para evitar que el virus salga del planeta. Por lo tanto, ella empieza a hacer que la colonia sea autosostenible y se integre con las nativas en principio comercialmente
En Ammonite el tratamiento de la identidad de género -como en toda obra de buena ciencia ficción que se precie- se superan las especulaciones más futuristas de nuestra sociedad. No es de extrañar que haya sido acreedora del Lambda Literary Award por difundir la conciencia sobre el derecho a la identidad de género.
En la próxima entrada seguiremos especulando sobre los mundos sin hombres.
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[i] Estos temas han sido desarrollados ampliamente por Brian Attebery en Decoding Gender in Science Fiction (2002)
[ii] Aquí se puede leer online en relato “Cuando Todo Cambió” de Joanna Russ en español: https://es.scribd.com/document/200737013/Joanna-Russ-Cuando-Todo-Cambio
[iii] Aretino en Crítica de libros: https://www.criticadelibros.com/ciencia-ficcion/el-hombre-hembra-joanna-russ/
[iv] Claire L. Evans. La ciencia ficción feminista es lo mejor del mundo: https://www.vice.com/es/article/7b3pjb/la-ciencia-ficcion-feminista-es-lo-mejor-del-mundo
[v] Lamentablemente de Nicola Griffith sólo se ha publicado en español la también muy recomendable “Rio Lento”.