Mujer, feminismo, ciencia ficción

En La granja (2019), la autora filipino-estadounidense Joanne Ramos construye una distopía de inquietante verosimilitud: mujeres empobrecidas, en su mayoría inmigrantes, son contratadas para gestar hijos de clientes millonarios en una instalación de lujo llamada Golden Oaks. Como primera novela de la autora, su impacto ha sido notable desde su publicación.

Joanne Ramos

En una entrevista concedida al Ivy Club, Ramos declaró: “El mundo de La granja pretende ser nuestro mundo, pero llevado al siguiente nivel. No quería crear un mundo tan adelantado que el lector pudiera considerarlo ciencia ficción o altamente improbable. La Granja pretende reflejar nuestro mundo, ampliado y modificado lo suficiente para que el lector pueda ver su realidad con nuevos ojos”.

Lo que en La granja parece a simple vista una oportunidad económica —una forma de mejorar la vida propia y la de sus hijos— se revela como un sistema complejo de mercantilización del cuerpo femenino, donde la autonomía está condicionada por las circunstancias socioeconómicas más adversas.

Lejos del dramatismo o la denuncia explícita, Ramos opta por una narrativa sobria, íntima y profundamente ambigua. No hay rebelión ni heroísmo; tampoco condena moral tajante. Esa ambigüedad ética convierte a La granja en una obra provocadora dentro del corpus de las distopías feministas contemporáneas. Más que formular respuestas, Ramos expone las contradicciones y zonas grises que atraviesan el feminismo actual, especialmente cuando se trata de los cuerpos de mujeres vulnerables.

🌺 Feminismo interseccional: cuerpos en el margen

Una de las contribuciones más importantes de la novela es precisamente su aproximación interseccional al feminismo. Las protagonistas —Jane, Reagan, Ate y Mae— representan distintas dimensiones de la feminidad contemporánea: Jane, madre inmigrante que lucha por sobrevivir; Reagan, joven blanca y privilegiada en busca de un propósito; Ate, trabajadora pragmática que cuida y aprovecha las fisuras del sistema; y Mae, mujer de clase alta que es directora de un proyecto con grandes dosis de crueldad. Esta diversidad revela cómo las opresiones de género se entrelazan con las de clase, raza y nacionalidad, y cómo estas condicionan también las decisiones de las mujeres.

Ramos lo expresa con claridad: “Espero que, al mostrar a las cuatro narradoras del libro como personas de pleno derecho, en lugar de villanas o santas, pueda reflejar la complejidad de las personas. […] Estas etiquetas nos impiden vernos verdaderamente.” En otro momento, subraya que La granja es “la culminación de un diálogo sobre méritos y suerte, sobre integración y otredad, sobre clase social, familia y sacrificio.”

🧬 Subrogación, ética y mercado

La maternidad subrogada comercial emerge en la novela como un terreno éticamente conflictivo. Golden Oaks vigila a sus gestantes con meticuloso cuidado clínico, pero regula su vida al detalle: dieta, ejercicio, vínculos afectivos, aislamiento absoluto, comportamiento, intimidad y sometimiento hasta la crueldad. Es un sistema de control biopolítico, donde el cuerpo gestante se convierte en recurso productivo dentro de un capitalismo avanzado que no necesita violencia para operar, sino contratos amañados, promesas ambiguas, engaños y estrategias de marketing.

La granja no condena explícitamente la maternidad subrogada, pero visibiliza la cosificación estructural que ocurre cuando el mercado penetra en los territorios más íntimos de la vida humana. Esta ambigüedad obliga al lector a juzgar por sí mismo.

👩‍👧 Maternidad, afecto y sacrificio

La novela plantea interrogantes profundos sobre la maternidad. Jane se separa de su hija para trabajar como gestante, mientras lleva en su vientre al hijo de otra mujer rica. ¿Quién es la madre? ¿la que gesta, la que paga, la que cría? La respuesta es compleja. Lo que hace Ramos es retratar el desgarro emocional, el sacrificio invisible y el vínculo materno condicionado por la desigualdad.

Este enfoque humaniza a las gestantes, alejándose tanto de la victimización como de la idealización. Son mujeres que aman, deciden, dudan y sobreviven. Mujeres que negocian con un sistema que no las respeta plenamente, pero que tampoco pueden transformar. Y, por otra parte, mujeres que se hacen un lugar entre los resquicios del sistema creando un nicho de negocio.

La figura del padre ausente resulta evidente a lo largo de todo el relato. En realidad, es que no hay apenas figuras masculinas en toda la novela.

🧭 Ambigüedad como potencia política

A diferencia de distopías como El cuento de la criada o Nunca me abandones, donde el lector encuentra un marco ético más definido, La granja incomoda desde lo cotidiano, desde lo que podría pasar —o ya está pasando— fuera de la ficción. En La Granja la ambigüedad se convierte en una estrategia narrativa deliberada que obliga al lector a reflexionar y a posicionarse por si mismo

La ausencia de una condena explícita no implica neutralidad, sino una invitación a repensar las relaciones entre agencia, desigualdad y cuerpo. La novela susurra preguntas fundamentales: ¿Puede el feminismo ignorar la complejidad interseccional? ¿Puede una maternidad subrogada ser ética en un mundo estructuralmente desigual? ¿Es posible la sororidad cuando unas mujeres deben gestar para otras?

⚖️ Debate contemporáneo: feminismo y vientres de alquiler

En el panorama actual, el debate sobre la gestación subrogada está en plena efervescencia. En algunos países (como Reino Unido o Canadá) se permite la subrogación solo en modalidad altruista. En España, donde los contratos de subrogación no tienen validez legal, la controversia se ha intensificado. Organizaciones feministas la consideran una forma de explotación y mercantilización del cuerpo de las mujeres, mientras que otras corrientes defienden el derecho de cada mujer a decidir sobre cómo usa su cuerpo, aunque sea cobrando por ello.

La novela de Ramos se inserta de forma implícita en ese debate, sin tomar partido explícito, pero mostrando cómo la “elección” puede estar mediada por necesidad, desigualdad y mercado. En ese sentido, La granja ofrece una plataforma literaria para pensar más allá de la consigna, y para reflexionar desde la experiencia concreta de las mujeres que viven estas tensiones.

📝 Conclusión

La granja es una distopía feminista del presente: no anticipa un futuro oscuro, sino que retrata con precisión los mecanismos actuales que permiten explotar cuerpos bajo el disfraz de oportunidad. Joanne Ramos no ofrece respuestas fáciles, pero obliga a reformular las preguntas que el feminismo debe hacerse cuando habla de libertad, justicia reproductiva y maternidad.

En tiempos donde los vientres de alquiler ocupan titulares legislativos y políticos, La granja recuerda que ninguna elección es verdaderamente libre sin condiciones de igualdad, y que la sororidad exige incluir a todas las mujeres, especialmente a las que gestan, cuidan y sobreviven desde los márgenes.


2 respuestas a ““La granja” de Joanne Ramos: feminismo interseccional y vientres de alquiler en una distopía del presente”

  1. […] La granja, escrita por la autora estadounidense de origen filipino Joanne Ramos, presenta un modelo capitalista en el que las mujeres prestan su cuerpo como vientres de alquiler, maquillando la opresión como oportunidad laboral, como un trabajo. […]

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  2. Avatar de C A N D E L A

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