La proliferación de personajes femeninos de alta potencia en series y películas en los últimos años, incluso décadas (algunas de gran impacto como “Los juegos del hambre” o “Divergente”), nos muestra sin duda un nuevo escenario en relación a la imagen y el papel reservado a las mujeres en la ciencia ficción, que tiempo habrá de comentar.

Pero sigue siendo imprescindible recordar de dónde venimos. En la llamada “edad de oro de la ciencia ficción”, y hasta comienzos de los 70, las mujeres en la CF escasamente pasan de ser personajes “a quienes le suceden cosas”. Sólo en ocasiones emergen como necesidad funcional en la narración para dar soporte a determinado desarrollo de la trama.

Es sorprendente, escribió Sam Lundwall , que la CF “que tanta atención ha prestado a la compresión y el respeto a otras razas y otras formas de vida, haya sido tan timorata en lo que los sexos se refiere. Probablemente esta indiferencia, el considerarlas tan sólo apéndices decorativos, se centraba sobre todo en las aventuras y especulaciones científicas y no en los seres humanos. Lo importante eran el héroe o el científico y el equipo habitual de robots, naves espaciales, alienígenas, etc.… Las mujeres, salvo por una concesión a la necesidad de algún interés amoroso pueril, no tenían importancia”.

Joanna Russ señaló en un artículo en 1974 el extraordinario fracaso de la imaginación que permite que un mundo proyectado hacia el futuro posea como mitad de su población a una masa de amas de casa de la clase media. Y afirma: “En la CF aparecen un sinfín de imágenes femeninas. Apenas si aparece alguna mujer”.

Lisa Tuttle, feminista, escritora y crítica de CF, hizo una especie de listado de los estereotipos más frecuentes en la CF de aquella época. 

  • La virgen tímida”. Frecuente objeto de rescate y que, además, por su mentalidad infantil, necesita de abundantes y sencillas explicaciones científicas, muy útiles en determinados momentos de algunas tramas.
  • La reina de las amazonas”. Por primera vez se introduce el sexo en su doble
    Dune 1
    Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam en DUNE

    vertiente de atracción fatal, mujer origen de todos los males, y advertencia al lector frente a las mujeres independientes. Una versión de lo mismo es la “mujer maquinadora, astuto animal político”, que, como en Dune, pueden llevar a todos a la desgracia, o simplemente que, si no se tiene cuidado, las cosas caminen como ellas hayan manipulado. De todas formas, al final, son los hombres los que salvan la situación y los que tienen la última palabra.

  • La científica solterona y frustrada”, que puede entenderse como un recordatorio a las lectoras de que el éxito profesional conlleva el fracaso como mujer, como puede leerse el papel de Susan Calvin en los relatos de Robots de Isaac Asimov (no confundir con la película Yo Robot, poco afortunada a mi modo de ver, de Alex Proyas de 2004).
  • La buena esposa”. Según Pamela Sargent es el personaje femenino más frecuente en la CF de antes de los años 70
  • La hermana pequeña marimacho” a la cual sí se le permite una cierta independencia, hasta que llega a su destino final: ser esposa y madre, previo paso por el papel de virgen deseada, una vez su sexualidad se hace explícita.

¡Mujer mantente en tu sitio! Es evidente que durante toda esa época la CF no hacía sino reflejar el papel subordinado de las mujeres norteamericanas de los años 50, una época por cierto marcadamente conservadora en lo político, lo social y lo ideológico. Era una literatura dedicada a los varones, especialmente adolescentes, una literatura de hombres para hombres que tendía a perpetuar la fórmula que más les atraía: las aventuras basadas en la ciencia y la tecnología, la violencia y las batallitas espaciales, la linealidad de los personajes…

Esta reflexión de Asimov, de 1939, refleja muy bien la actitud de la mayoría de escritores de aquella época en relación a la presencia femenina en sus novelas:

“Resulta muy significativo, a mi juicio, el hecho de que los cuatro relatos del número de septiembre de Startling Stories no contengan ni un solo personaje femenino. Por supuesto, yo sería el último en pedir la abolición de las mujeres. Usadas con moderación y con la debida decencia, se ajustan muy lindamente a la ciencia ficción…

Algunos aficionados afirman que “el interés humano” es necesario en la CF, pues de lo contrario, los relatos degeneran en exposiciones científicas o semicientíficas carentes de interés. Es una postura muy correcta, o lo sería si no fuese que estos aficionados monomaníacos no conocen otra forma de interés humano que el interés amoroso”.

Puesto que de literatura hablamos, no me resisto a recoger un par de ejemplos de cómo aparecía la mujer en muchas obras de la época.

El primero es este párrafo del relato A Womanly Talent (1969) de Anne McCaffrey:

wOMANLY tALENTLajos, el héroe, acude a Ruth para que le consuele tras un fracaso: “Ruth transfirió su atención a la musculosa espalda de él. Amaba su figura, la amplia y doble llanura de sus omoplatos…. Rápidamente reprimió una llama de deseo. No era momento de introducir el sexo en la angustia personal del hombre. Y ella sabía que aquella intensa hambre sexual que él despertaba nacía del ansia del hijo que su semilla podría depositar en ella (…)  La mujer había de asumir más deberes de los que pesaban sobre ella en tiempos antiguos. Ahora los sofistas llamaban a estas virtudes femeninas, mantenimiento, reparación y sustitución, en vez de cocina y cuidado del hogar, o cuidado y procreación de los hijos. Pero los títulos no alteraban los deberes ni aplacaban los deseos inaplacables. Y en realidad, los hombres, aunque siguiesen explorando tierras extrañas, aún continuaban defendiendo sus hogares y sus familias”.

El segundo ejemplo que os propongo es el relato Un pasaje para Tranai de Robert Sheckley de 1955 que no me resisto en resumir brevemente. Se trata de un planeta en la que las esposas se mantienen como objeto de entretenimiento. En los intermedios, se las coloca en un campo estático que hace que no funcionen hasta que el marido necesita compañía. Entonces aprieta un botón y ¡zas! aparecen. Mientras están en estasis no envejecen y siempre están jóvenes y bellas.

El protagonista (que curiosamente se llama Goodman), recién llegado de la tierra, tan bienintencionado él, cuando se casa, desconecta la estasis de su mujer. Pero como es lógico la cosa acaba en catástrofe. Ella se va con un tipo que no la maltrata y que le promete sacarla de la estasis tan sólo una vez por semana.

Era un relato escrito sin duda en plan de sátira, pero con el que, según Lundwal, se podían identificar ampliamente los escritores de la época. La mayoría parecía creer que este modo de tratar a las mujeres no sólo era lógico sino deseable.

Del relato citado: “CONSEJOS AL RECIEN CASADO

Recuerda que tu esposa es un ser humano. Tienes que permitirle un cierto margen de libertad, pues ese es un derecho inalienable. Sugerimos que la saques del estasis al menos una vez por semana. El estar demasiado tiempo en estasis es malo para su sentido de orientación. Demasiado estasis es contraproducente para su cutis y esto te perjudicaría tanto a ti como a ella.

A intervalos, como durante las vacaciones y fiestas, es costumbre que dejes a tu esposa fuera del estasis durante todo un día seguido, o hasta dos o tres. Esto no perjudica a nadie y la nueva experiencia será maravillosa para su estado mental.

Recuerda estas pocas reglas de sentido común, y tendrás asegurado un feliz matrimonio”.

Una reflexión de interés sobre el rol de la mujer en la Ciencia Ficción es la que hacía Úrsula K. Le Guin en 1975 “El problema que aquí se discute es la cuestión de el otro, el ser que es distinto de uno mismo. Ese ser puede diferir de uno mismo en el sexo, en sus ingresos anuales, en su modo de hablar, de vestirse y actuar, en el color de su piel o en el número de piernas y cabezas que posea. En otras palabras existe el extraño sexual, así como el extraño social, el extraño cultural y, finalmente, el extraño racial….”

De alguna forma, se viene a decir, la cuestión del otro que es uno de los temas esenciales de la Ciencia Ficción, se extiende a las mujeres. No es necesario tener una cabeza puntiaguda, dos antenas y la piel verde, para ser tratada como anómala por los santones consagrados de la CF. Las mujeres casi siempre han actuado en las novelas de la CF como contraste y realce de sus oponentes masculinos, apareciendo como enemigas, apéndices, víctimas u oscuros objetos del deseo, nunca como ellas mismas, siempre como el otro.

Termino con una cita final, esta vez de la escritora y critica feminista española Lola Robles. “Es realmente curioso e incluso paradójico que una literatura cuyo carácter de marginalidad le ha permitido ser profundamente crítica con la sociedad y que se ha caracterizado por presentar todo tipo de alternativas a esta, por tratar de abrir nuestras mentes a infinitas posibilidades, más allá de lo conocido, de las creencias aceptadas, se haya mostrado tan conservadora respecto a las mujeres en toda esta época, e incluso decididamente reaccionaria y misógina”.

Pero, luego, autoras como Le Guin irrumpieron en la literatura fantástica y de CF, coto exclusivo hasta el momento de escritores varones y provocaron una revolución. Pero de eso hablaremos otro día.