1. Joyce Carol Oates: conciencia crítica y memoria encarnada

Joyce Carol Oates (1938) es una autora norteamericana prolífica, reconocida por su aguda conciencia crítica y su compromiso con los conflictos sociales y políticos de su país. Su obra explora las tensiones estructurales de la sociedad estadounidense del siglo XX, abordando temas como la violencia institucional, el trauma y la opresión de género. En Riesgos de los viajes en el tiempo (2018), Oates se sirve de su memoria encarnada —creció en los años 40 y 50, y tenía 21 años en 1959— para recrear con autenticidad una época que conoce de primera mano. Aunque ha expresado nostalgia por su infancia, también la ha descrito como una “lucha diaria por la existencia”.
La novela se inscribe en una ola de literatura feminista, a menudo distópica, que emergió tras la elección de Donald Trump en 2016 y las políticas conservadoras que amenazaban los derechos de las mujeres. Oates, con su habitual lucidez, se suma a esta corriente con una obra que combina crítica política, memoria histórica y especulación distópica.
2. Un futuro distópico y el castigo temporal

La historia se sitúa en un futuro cercano —probablemente en torno a 2030— en un Estados Unidos transformado en un estado autoritario. El “Partido Patriota”, clara alusión a la derecha más reaccionaria americana, ha institucionalizado la misoginia mediante una ley pseudocientífica que sostiene que las mujeres poseen una inteligencia inferior a la de los hombres. Esta falsedad sirve como coartada para justificar su subordinación social, política y académica.
La protagonista, Adriane Strohl, es una adolescente brillante, inquisitiva y rebelde. Su inteligencia y su disidencia —expresada en forma de preguntas que cuestionan las bases del sistema— son consideradas peligrosas. Como castigo, no se le impone una pena de prisión convencional, sino una forma de reeducación: un viaje temporal forzado al año 1959, donde deberá adaptarse a una nueva identidad y a un entorno diseñado para su “corrección”.
3. 1959: el modelo de obediencia femenina
¿Por qué 1959? Oates escoge esta época como escenario ideal para el adoctrinamiento femenino. Representa la quintaesencia de la conformidad social, el conservadurismo de posguerra y los roles de género rígidos. Es el “paraíso” de la obediencia femenina que el régimen distópico busca restaurar.

El año 1959 se sitúa justo antes del estallido de los movimientos sociales de los años 60, incluida la segunda ola del feminismo. Así, el régimen se asegura de que Adriane aterrice en una época sin resistencia organizada ni cuestionamiento serio de los roles de género. Para las mujeres, era una época de opresión invisible: se esperaba que fueran amas de casa perfectas y madres abnegadas.
Retrospectivamente, la década de los 50 ha sido idealizada como una “edad de oro” de la vida americana. Pero para las mujeres fue una época de opresión invisible, de silenciamiento y de domesticación, de las que se esperaba que fueran amas de casa perfectas y madres abnegadas. Betty Friedan lo denunciaría pocos años después, en 1963, en La mística de la feminidad, al hablar del “problema sin nombre” que afectaba a las amas de casa. Oates recupera ese clima para mostrar cómo la violencia simbólica y la coerción social pueden ser tan efectivas —y tan devastadoras— como la represión explícita.
4. Adriane en 1959: alienación y resistencia
Adriane es enviada a una institución correccional llamada “Las Cataratas del Paraíso”. Allí, se le asigna una nueva identidad —Mary Ellen— y se le borran parcialmente los recuerdos. Su experiencia está marcada por la disonancia cognitiva, la confusión y la lucha constante por recordar su vida anterior.
Acostumbrada a un futuro tecnológicamente avanzado (aunque fuera opresivo), se siente alienada por las limitaciones de los años 50. La falta de acceso a la información y la comunicación le produce una sensación de confinamiento. En su época de 2030, la misoginia es una ley estatal explícita; en cambio en 1959, la misoginia está naturalizada e implícita en todos los aspectos de la vida cotidiana. Las mujeres aceptan su destino sin rebelarse, y cualquier desviación se considera un problema psicológico o de “inadaptación”.

Adriane no logra adaptarse. Su inteligencia innata choca con las expectativas de docilidad, y el constante recordatorio de su castigo refuerza su resistencia interior. La resistencia de Adriane es silenciosa pero persistente: una lucha por recordar, por pensar, por no ceder.
5. Advertencia final: el progreso no es irreversible
La novela concluye con una advertencia urgente: ningún derecho humano está garantizado, y menos aún para las mujeres. El final es ambiguo y perturbador. El mensaje es de precaución: el progreso es frágil y puede revertirse si la sociedad se vuelve complaciente o permite que ideologías reaccionarias tomen el control.
La distopía del futuro cercano se nutre de los prejuicios del pasado. El desenlace, abierto y ominoso, subraya la urgencia de la resistencia frente a lo que ya —hoy— es una realidad igual de inquietante que en el ficcionado 2030.
