Mujer, feminismo, ciencia ficción

América Latina es una de las regiones más vulnerables al cambio climático del planeta. En los últimos años, ha sufrido un aumento sin precedentes de fenómenos extremos: sequías prolongadas, huracanes tempranos, incendios forestales devastadores e inundaciones históricas han afectado tanto a ecosistemas como a comunidades humanas. La desaparición de glaciares andinos —como el último en Venezuela— amenaza el acceso al agua de millones de personas, mientras que el retroceso del Amazonas y del Gran Pantanal compromete la biodiversidad y la estabilidad climática global. La deforestación del Amazonas, impulsada en gran parte por el cultivo intensivo de soja y la ganadería extensiva, responde a una lógica extractivista orientada al mercado del norte global. Esta destrucción sistemática del bosque tropical más grande del mundo no solo libera millones de toneladas de carbono, sino que despoja a los pueblos indígenas de sus territorios y saberes ancestrales[1].

Esta crisis ecológica se entrelaza con una creciente ola de migraciones climáticas: según el Banco Mundial, América Latina podría registrar hasta 17 millones de desplazamientos internos por causas ambientales antes de 2050[2]. Mujeres, infancias y pueblos originarios son los más afectados, no solo por la pérdida de hábitats, sino también por la precarización de los sistemas de salud, educación y cuidado.

A este panorama se suma una estructura de dependencia geopolítica que condiciona las respuestas regionales. La relación histórica con Estados Unidos —marcada por el extractivismo, la injerencia política y la subordinación económica— sigue operando como telón de fondo de las disputas por los recursos naturales, especialmente el agua, el litio y la biodiversidad[3].

En este contexto, la ficción climática escrita por mujeres latinoamericanas no solo imagina futuros posibles, sino que reescribe el presente desde una perspectiva decolonial, ecofeminista y situada. Estas narrativas no se limitan a denunciar el colapso ambiental: lo enmarcan como una continuidad del trauma colonial y como una oportunidad para repensar las formas de habitar, cuidar y resistir. Al contrario que en la tradición del norte global, que a menudo se centra en el apocalipsis futuro, las autoras latinoamericanas conectan los problemas ecológicos con el pasado colonial, la desigualdad sistémica y las experiencias de las comunidades marginadas. 

Colonialismo y ecocidio: Muchas autoras denuncian cómo la explotación de los recursos naturales iniciada en la colonia persiste bajo formas neocoloniales, provocando un ecocidio que afecta especialmente a pueblos indígenas y mujeres rurales. El “cli-fi” se presenta, así, como una extensión natural de la ciencia ficción latinoamericana, históricamente comprometida con el trauma colonial.

Ciencia ficción desde abajo: Inspiradas por el concepto del cineasta Alex Rivera, estas narrativas muestran futuros desiguales, donde la infraestructura tecnológica convive con la precariedad y la exclusión. La distopía no es futurista: es cotidiana.

Ecofeminismo, decolonialidad y memoria: Autoras como Andrea Chapela, Claudia Aboaf y Silvia Moreno-García fusionan géneros para explorar la relación entre patriarcado y devastación ambiental. La memoria histórica se convierte en herramienta narrativa y política.

Narrativas hibridadas: La ficción climática latinoamericana se nutre de realismo mágico, mitología local y cosmovisiones indígenas, generando relatos que desbordan los moldes occidentales del género.

Andrea Chapela (México): En Todos los fines del mundo, Chapela mezcla crisis climática y vínculos afectivos en un escenario apocalíptico que intensifica las emociones humanas. Su obra propone futuros colaborativos y resilientes.

Claudia Aboaf (Argentina): Su Trilogía del agua imagina un delta del Paraná devastado por la sequía y la mercantilización del agua. Aboaf escribe desde el delta del Tigre y define su obra como “ciencia ficción climática hidrofeminista”.

Fernanda Trías (Uruguay): Mugre rosa combina ficción climática y pandémica. La plaga tóxica y la escasez alimentaria revelan la fragilidad de los sistemas de cuidado, históricamente sostenidos por mujeres.

Gloria Muñoz (México/EE. UU.): En This Is the Year, Muñoz aborda la crisis ambiental desde la identidad latina y el desplazamiento, con una sensibilidad dirigida al público joven.

Liliana Colanzi (Bolivia): Su obra, como Nuestro mundo muerto, entrelaza ciencia ficción y terror ecológico, presentando a la naturaleza como fuerza dominante. Colanzi desafía el antropocentrismo y el androcentrismo desde una mirada crítica y poética.

Rita Indiana (República Dominicana): En novelas como La mucama de Omicunlé, Indiana mezcla apocalipsis climático, mitología yoruba y viajes temporales, creando una estética caribeña de lo posthumano.

Silvia Moreno-García (México): Aunque conocida por el gótico (Mexican Gothic), en La hija del doctor Moreau reescribe el clásico de H.G. Wells en clave decolonial, conectando explotación ambiental y patriarcado.

Este auge narrativo coincide con una búsqueda de nuevas representaciones literarias de América Latina, alejadas del realismo mágico y la violencia hiperrealista. Estas autoras abren un espacio para imaginar el futuro del continente desde la historia, el cuerpo y el medio ambiente. En sus obras, el idioma compartido —el español— se convierte en vehículo de memoria, resistencia y afecto, pero también revela la diversidad interna de la región: cada país, cada paisaje, cada comunidad aporta una sensibilidad distinta ante el colapso ecológico.


[1] RAISG (Red Amazónica Socioambiental Georreferenciada), “Amazonía bajo presión”, 2022

[2] Banco Mundial, “Groundswell: Preparing for Internal Climate Migration”, 2018

[3] Gudynas, Eduardo, “Extractivismos y corrientes de pensamiento en América Latina”, Revista de Economía Crítica, 2013.


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