Mary Griffith: la pionera que soñó el futuro
🔮 Imagina despertar tres siglos en el futuro… y descubrir que las mujeres ya ocupan el lugar que tanto lucharon por conquistar. Así comienza la utopía de Mary Griffith, una visionaria del siglo XIX que soñó con igualdad, tecnología avanzada y justicia social. Antes que Gilman, antes que Bellamy, Griffith tejió su propia visión del porvenir desde una finca en Nueva Jersey—y lo hizo con audacia, sensibilidad feminista y una pizca de contradicción.

Un contexto histórico y personal
En una época en la que las voces femeninas tenían dificultades para ser escuchadas en los ámbitos intelectuales, Mary Griffith (1772-1846) rompió barreras al imaginar un mundo radicalmente distinto: ciudades automatizadas, justicia social y plena participación de las mujeres. Su libro «Three Hundred Years Hence», publicado en 1836, es considerado la primera utopía escrita por una mujer estadounidense. Esta obra se publicó inicialmente como parte de su libro Camp-Meeting Tales, lo que sugiere que la utopía estaba entrelazada con formas narrativas populares como el cuento moral o religioso.
Antes de convertirse en autora, Griffith fue viuda, divulgadora científica y jardinera, combinando lo doméstico con la exploración intelectual.
Nacida en 1772, probablemente en Francia, Mary Corré emigró a Estados Unidos durante su infancia. Su familia se asentó en Nueva York, donde su padre inició negocios. Tras casarse con John Griffith, se integró en la burguesía con conexiones políticas, pero fue después de enviudar en 1815 cuando desarrolló todo su potencial intelectual. Desde su finca en Nueva Jersey, bautizada “Charlieshope”, comenzó a escribir y experimentar, volviéndose horticultora, divulgadora de ciencia y colaboradora de publicaciones de la época.
Su pluma se paseó por temas tan variados como la óptica, la agricultura, geología, entomología o salud pública. En ese contexto, la llamada “ciencia doméstica”—que abarcaba nutrición, higiene, jardinería, crianza y administración del hogar—fue una vía importante para que muchas mujeres accedieran al conocimiento formal. Aunque hoy esa vindicación del ámbito doméstico pueda parecer extraña, fue un camino por el que muchas lograron incorporarse al saber académico, sorteando las barreras impuestas por su rol en el hogar.
Entre esas mujeres de esa época estaría bien señalar a Catharine Beecher, que escribió un tratado sobre “ciencia doméstica”; Ellen Swallow Richards, primera mujer admitida en el MIT; Almira Hart Lincoln Phelps, educadora en ciencias naturales; Margaretta Morris, entomóloga; María Mitchell, astrónoma; o Cecilia Grierson, primera médica argentina.
Todas ellas fueron más allá de enseñar tareas cotidianas: abordaban bacteriología, nutrición, salud pública, astronomía y química, desde una perspectiva accesible y transformadora. Aunque muchos de sus aportes quedaran invisibilizados por desarrollarse en el ámbito doméstico, hoy se reconoce que fueron esenciales para democratizar el conocimiento.



🌐 La utopía: Three Hundred Years Hence (1836)
En su obra, Griffith anticipa un EE.UU. futurista a través del recurso del “durmiente que despierta” tres siglos en el futuro. La utopía presenta una sociedad radicalmente diferente a la que vivió Griffith:
Existe la Igualdad de género: Es uno de los aspectos más positivos de su utopía. En la narrativa, se menciona que en esta sociedad futura las mujeres disfrutan de igualdad social, política y económica con los hombres. Se describe a las mujeres participando activamente en la vida pública, en la política, la ciencia, y las profesiones, sin restricciones basadas en su género. Esto refleja una ruptura con las estructuras patriarcales del momento en que Griffith escribió la obra, promoviendo una visión progresista y de igualdad.
Griffith sugiere que la igualdad de género contribuye a una sociedad más justa, armoniosa y eficiente. La presencia de mujeres en roles de liderazgo y en distintas esferas sociales se presenta como un elemento natural y beneficioso para la paz y el progreso social.
Se propone la Abolición de la esclavitud: Se plantea una solución controvertida, la repatriación forzada de personas negras a África, aunque nunca hubieran vivido allí.
Es una sociedad con una tecnología muy avanzada: Se menciona la existencia de vehículos que pueden desplazarse rápidamente y de manera segura por todo el mundo, facilitando la movilidad y comunicación global; hay comunicación telepática o mediante dispositivos que superan los de su época; la novela sugiere que la medicina avanzada ha eliminado muchas enfermedades, aumentando la longevidad y la calidad de vida; se hace referencia a métodos de producción de alimentos mucho más eficientes, asegurando el bienestar de toda la población; el relato insinúa el uso de fuentes de energía mucho más limpias y abundantes. Aunque no se detalla en profundidad, hay indicios de formas de comunicación más eficientes y quizás incluso telepáticas o mediante mecanismos que superan las cartas y teléfonos de su época.
Crítica social: Griffith sugiere que la tendencia a corromperse y la desigualdad son aspectos inherentes a la condición humana. En este sentido, sugiere que la prevención de la corrupción requiere una transformación moral y social, en la cual la educación y la cultura desempeñan un papel crucial, en lugar de medidas coercitivas o estructurales concretas.
Lo fascinante de Griffith es su modo de expresar ideas reformistas: utiliza voces masculinas para transmitir propuestas feministas, posiblemente no sólo como estrategia para esquivar los prejuicios de su época, sino que forma de reforzar el efecto utópico, ya que el protagonista actúa como testigo atónito del cambio radical.



⚖️ Luces y sombras: la expulsión como solución distópica
Aunque Griffith se posiciona contra la esclavitud, su propuesta de repatriación evidencia las limitaciones ideológicas de su tiempo. Más que imaginar una inclusión justa e igualitaria de las personas negras, propone una “solución” de deportación masiva, enviándolas a un continente en el que muchas jamás habían vivido.
Aunque ese enfoque puede entenderse como fruto de su época, perpetúa lógicas de exclusión que hoy juzgamos racistas y violentadoras de los derechos humanos. Sacar a la luz esta faceta de Griffith, no desmerece su legado, sino que permite comprender cómo incluso las pensadoras más progresistas estaban fuertemente condicionadas por las ideas de su tiempo.
✨ Legado y resonancias
Mary Griffith anticipó por décadas otras utopías como Herland de Charlotte Perkins Gilman o Looking Backward de Edward Bellamy. Sus ideas dialogan con los primeros movimientos feministas y científicos, sembrando semillas que florecerían más adelante.
Cuando los sueños se escriben, dejan de ser solo anhelos y se convierten en semillas del porvenir. Mary Griffith escribió en los márgenes del canon, pero imaginó en mayúsculas. Su utopía desafía las convenciones, nos incomoda en sus sombras —como su propuesta de deportación masiva de personas negras— y deslumbra en sus luces. Aunque su voz haya sido opacada por la historia oficial, su mirada hacia un mundo más justo sigue hablándonos. Recordarla no es solo un ejercicio de memoria: es volver a abrir las puertas de lo posible.

