Mujer, feminismo, ciencia ficción

¿Y si el poder no se impusiera, sino que se ofreciera como un regalo? En esta lectura de El círculo de Dave Eggers, exploramos cómo la vigilancia se vuelve seducción, y cómo el control se disfraza de virtud. Una distopía que no grita: susurra.

Dave Eggers, en El círculo, no imagina un futuro lejano ni un apocalipsis tecnológico. Lo que hace es mucho más inquietante: retrata un presente apenas exagerado, donde la transparencia absoluta, la hiperconectividad y la optimización de la vida se convierten en dogmas. La novela no grita, susurra como una promesa que se vuelve norma. Y en ese susurro, revela cómo el control que ejerce el poder contemporáneo ya no se impone: se desea.

Dave Eggers

Pero la seducción no se limita a los individuos. El Círculo, como empresa tecnológica, va absorbiendo instituciones, servicios públicos, y hasta el gobierno mismo. Su influencia se extiende a tal punto que controla procesos electorales, redefine la ciudadanía y se convierte en el nuevo Estado. La distopía no se construye con represión, sino con eficiencia. El poder no se toma: se ofrece como solución.

La historia sigue a Mae Holland, una joven que entra a trabajar en El Círculo, una empresa tecnológica que concentra redes sociales, servicios públicos, salud, seguridad y educación. Lo que empieza como una oportunidad laboral se convierte en una inmersión total en un sistema que no admite zonas grises. La privacidad es sospechosa. El silencio, una traición. El yo, una interfaz.

🧠 El poder que no se ve: Foucault y el panóptico digital

Eggers parece dialogar con Michel Foucault, quien en Vigilar y castigar describía el panóptico como un modelo de vigilancia donde el individuo se autocontrola porque sabe que puede ser observado. En El círculo, ese modelo se actualiza: la vigilancia no se impone, se celebra. Los personajes transmiten su vida en tiempo real, comparten cada decisión, cada emoción, cada paso. La autocensura se convierte en virtud. El panóptico ya no es una prisión: es una red social. Hoy, el panóptico digital no necesita torres ni guardianes: basta con un smartphone y una red social.

🤝 Gramsci y la hegemonía: cuando el poder se vuelve sentido común

Antonio Gramsci hablaba de hegemonía como la capacidad de una clase dominante para imponer su visión del mundo como si fuera natural. En la novela, los valores del Círculo —transparencia, eficiencia, participación— se convierten en el nuevo sentido común. Mae no es una víctima del sistema: es su apóstol. Y eso es lo más perturbador. El poder no necesita represión cuando logra que sus sujetos lo defiendan. ¿Cuántos de nosotros defendemos sistemas que nunca cuestionamos?

🎭 Baudrillard y el simulacro: la desaparición de lo real

Jean Baudrillard sostenía que, en la era del simulacro, la representación sustituye a la realidad. En El círculo, la vida se convierte en contenido. Mae no vive: transmite. No experimenta: comenta. La autenticidad se diluye en métricas, likes y algoritmos. Lo real desaparece bajo capas de visibilidad. El yo se convierte en espectáculo.

👩‍💼 ¿Y las mujeres?

Aunque la protagonista es mujer, la novela no explora el género como eje temático. Mae no representa una mirada femenina sobre el poder o la tecnología, sino una figura funcional dentro del engranaje. Las mujeres están presentes, pero no problematizadas. No hay reflexión sobre cómo este sistema afecta de forma diferencial según el género. Es una omisión que deja espacio para lecturas críticas desde el feminismo contemporáneo.

🎬 La película: una adaptación que no incomoda

La versión cinematográfica (2017), protagonizada por Emma Watson y Tom Hanks, suaviza el tono provocador del libro. El final, especialmente, pierde la ambigüedad inquietante de la novela. Donde Eggers elige la entrega total al sistema, la película insinúa una redención. Pero esa redención no existe en el texto. Y eso convierte la novela en una advertencia brutal: el problema no es que el sistema sea opresivo, sino que puede ser deseado. El peligro no es el control: es el deseo de ser controlado.


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