Mujer, feminismo, ciencia ficción

En Se buscan mujeres sensatas (2021), Sarah Gailey nos lleva a un mundo postapocalíptico donde la estructura social ha sido devastada, persistiendo pequeñas ciudades aisladas. Las protagonistas no son guerreras ni elegidas por destino: son mujeres comunes que sobreviven a base del trueque con esas ciudades, pero que sólo mediante la comunidad y la sororidad es posible subsistir en ese mundo roto.

Sarah Gailey (1990), escritora estadounidense reconocida por sus narrativas audaces y comprometidas desde su identidad no binaria, se ha consolidado como una voz relevante dentro del panorama de la ciencia ficción y la fantasía contemporánea. Gailey ha construido una obra coherente que indaga sobre el género, la identidad y el poder desde enfoques que incomodan tanto al canon como al lector. Esta novela, publicada originalmente como The Echo Wife, se inscribe en ese mismo territorio, aunque explorando vínculos feministas en un mundo arrasado.

Sarah Gailey

La historia sigue a una joven -Esther- que, tras huir de un pasado violento, se topa con una caravana compuesta exclusivamente por mujeres nómadas. Este grupo recorre un territorio devastado intercambiando saberes, cuidados y servicios con pequeñas ciudades a cambio de recursos. La caravana no quiere representar una utopía de mujeres, sino una forma rudimentaria de subsistencia en la que la sororidad y la ética se ponen a prueba.

La protagonista es acogida con desconfianza: “No sabía si me iban a acoger o si me convertiría en parte del paisaje, como otro escombro más”. Su integración en el grupo va a depender de su capacidad para adaptarse y para contribuir, pero también de cómo navegar las tensiones internas, los rituales de pertenencia y los silencios que sostienen la convivencia pues en la dinámica de la caravana, no todo se sostiene por palabras o acuerdos explícitos. Muchas veces son los gestos no dichos, las decisiones tácitas, las omisiones y los respetos silenciosos lo que permite que el grupo se mantenga unido pese a sus fricciones internas.

Gailey no ofrece heroínas ni lecciones, sino mujeres con miedo, contradicciones y límites. El feminismo se articula desde decisiones difíciles y formas de cuidado que a veces no se perciben. Una de las integrantes resume así la esencia que da consistencia al grupo: “No éramos iguales, pero en la diferencia tejíamos algo parecido a la lealtad”.

El liderazgo en la caravana no se impone: se construye. Las alianzas son precarias y los afectos, a veces, la única brújula. Al enfrentarse a su pasado, la protagonista se pregunta: “Si el mundo ya no tiene reglas, ¿por qué sigo obedeciendo a las voces de ayer?

Es en esa fragilidad que Gailey construye una ética del despojo, una forma de vivir y actuar que no nace del poder, sino de la experiencia de haberlo perdido; una ética construida desde los escombros, desde lo que queda cuando ya no hay normas, jerarquías ni seguridades.

Es una visión que nos sitúa lejos de la épica y más cerca de lo íntimo, que contrasta la epopeya de los heroísmos -propia de determinada ciencia ficción-, con los gestos pequeños que sostienen lo colectivo en silencio, desde el cuidado, la presencia y la sororidad.

Tiene interés leer la novela de Gailey en contraste con Yo que no supe de los hombres de Jacqueline Harpman. Ambas presentan mujeres en escenarios postapocalípticos, ambas muestran una comunidad de mujeres solas en movimiento, pero mientras en Harpman domina la soledad, el desarraigo y la ausencia de sentido, Gailey propone un compromiso con la comunidad y el cuidado.

En Harpman, la protagonista (de la que no llegamos a saber su nombre) vive una infancia carcelaria que destruye cualquier expectativa de mundo: “No sabía que existían otras formas de vivir. Solo sabía que la espera era el único acto posible.” Predomina la desesperación en una búsqueda nómada que finalmente no tiene futuro

En cambio, Se buscan mujeres sensatas plantea que incluso en las ruinas, las mujeres inventan sus propios caminos: “La sensatez es nuestra forma de no rendirnos del todo”.

En unos tiempos en los que el discurso feminista se intenta neutralizar y sus fundamentos de igualdad son cercados con extrema agresividad, Se buscan mujeres sensatas nos recuerda que el feminismo está vivo, que camina desde la comunidad y la sororidad, desde la duda y la contradicción que también forman parte de su riqueza y creatividad. Y también que el feminismo es coraje y lucha, incluso en los escenarios más sombríos. Esta novela nos lo recuerda: no todas las alianzas son cómodas, pero el afecto puede ser subversivo.


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